lunes, 31 de enero de 2011

¡Mini Historia!

En mi profundo subconsciente no hacía más que recordar ese día.
Recordaba el olor a lilas y a humedad que se respiraba en ese cuarto viejo y destartalado.
Recuerdo como me abrasabas, como si se fuera a acabar el mundo en cuanto nuestra piel dejara de rosarse.
Recuerdo que al tocarse nuestras pieles sentían como pequeñas descargas eléctricas que amenazaban con desbordarme.
Recuerdo como me hundía en tu mirada, en esos ojos marrones profundos. 
Como introducía mis dedos en tu cabellos largos y castaños que desprendían leves destellos de la luz lunar que entraba por el ventanal.
Lo que mejor recuerdo es cuando me separaste de ti por unos centímetros y sin saber porqué ya sabía lo que ibas ha hacer.
Saboreé esos momentos antes de que nuestros labios se rozaran.
Sentía como si fuera a desmayarme si no lo hacía pero esperé a que tu dieras el paso.
Entonces nuestros labios se juntaron levemente para después separarse y quedar prendada de tus ojos.
Esta vez me toco dar el paso a mí.
Hacer qué tu cara a la mía con un leve tirón y nuestros labios se juntaron.
Estaban desesperados por sentirse el uno al otro.
Mientras tus manos surcaban mi espalda con ansia y yo hundía cada vez mas mis dedos en tu cabello, desesperada.
Estuvimos así durante un largo tiempo.
No quería separarme de ti  y mi piel, mis labios y mi todo me decía que no lo hiciera. Pero el instinto me hizo separarme para recoger el aire que me pedían los pulmones  y fue entonces, mientras yo separaba nuestras caras para recibir el oxígeno, cuando una ráfaga de viento acabó de abrir el ventanal de un todo y como si  fueras polvo te fuiste difuminando.
Primero los pies hasta llegar a la cintura.
Cuando ya llagaba por el pecho me di cuenta de que La Muerte te reclamaba, que no eras mío, que nuestro tiempo como amantes se había terminado desde que separé nuestros labios.
En un último intento de aprovechar los últimos momentos que nos quedaban, me cogiste de la cintura y me acercaste tanto que podía escuchar el latido de tu corazón.
Yo puse mis manos apoyadas a tu pecho y nos besamos.
Mientras nuestros labios pedían solo un poco mas de tiempo para pertenecerse se me escaparon unas lágrimas, no de tristeza sino de felicidad porque te hubieran permitido despedirse de mi antes de irte. De saber que me estarías esperando en donde quiera que fuéramos después de nuestra muerte.
La última ráfaga de viento separo lo último que quedaba de ti, tu cara, lo único que quedaba de ti que corroboraba que habías existido además de este amor que te esperaría hasta que llegara mi fin y el momento de reunirnos.
Vi como el polvo que antes fue tu cuerpo salía por el gran ventanal y arremolinándose con los pétalos de los cerezos del jardín ascendían hasta el cielo en busca de la luna.

Ya tengo ochenta años y sigo recordándote como si fuera ayer y sigo esperando que aparezcas al lado de mi cama todas las mañanas.
Sigo recordando tu piel, tu cara, tu pelo, tu figura y sobre todo...tus labios.
Esos labios que me hicieron suspiran durante sesenta y cinco  años de mi vida y que seguiré recordando en el próximo lugar al que iremos.
Te he estado recordando durante tanto tiempo y ahora en las vísperas de mi muerte, recostada en una mecedora, en el mismo lugar donde nos vimos por última vez  miro hacia el gran ventanal abierto y se me escapan unas lágrimas por que por fin te podre ver.
Mi vida sin ti ha sido plena y satisfactoria pero siempre he sabido que en cuanto acabara seria mas completa de lo que he sido desde que te marchaste.
Ahora miro la luna llena tan plateada como cuando nos separamos y siento que el corazón cada vez va mas despacio y me avisa de que ya estas cada vez mas cerca de mi  y solo puedo decir :
"¡Espérame!"